Tenemos unos cuantos días libres, una motocicleta Africa Twin de Honda y muchas ganas de hacer, por fin, Cerdeña en moto. Poco más de 200 kilómetros en línea recta separan el extremo más meridional de Cerdeña y Túnez y, por lo tanto, de África. Así pues, es punto de partida ideal para tomar el pulso a la nueva Africa Twin, siempre a tiro de piedra del continente al que debe su nombre.
En moto por Cerdeña con nuestra Africa Twin
Con esta espectacular belleza roja nunca estamos solos. La Honda equipada hasta el más mínimo detalle con accesorios Touratech es un ejemplo de tolerancia y acercamiento: el soporte para casco modular hace buenas migas con el protector para las rodillas, y el chaleco reflector refrigerante es un buen aliado para los fetichistas del cuero. Y todo ello si generar conflicto alguno, pues si en algo coinciden todos es en destacar que la nueva moto está muy lograda. Por mi parte, me encuentro inmerso en medio del barullo y, como si de una esperadísima rueda de prensa se tratara, me acribillan con preguntas. «¿Cómo va la moto? ¿Cómo se porta en terreno complicado?». Algo cortado tengo que reconocer que aún no lo sé, que estoy esperando ansiosamente estrenarme con ella. Ha llegado el momento, por tanto, de suplir este vacío de conocimiento con abundante experiencia práctica.
De buena mañana recorremos la pequeña ciudad costera de Arbatx, aún adormecida. El imponente paraje Rocce Rosse parece más un decorado de película de cartón-piedra que un macizo rocoso caprichosamente tallado por la erosión. El intenso sol de la mañana tiñe la piedra con espectaculares destellos rojizos.
Tras dejar atrás Santa María Navarrese nos hacemos una primera idea de lo que las carreteras sardas pueden ofrecer a los apasionados de las dos ruedas. El asfalto de color rojo óxido centelleante se clava con una fuerza brutal en los flancos de los neumáticos. Un terreno ideal para espolear la moto. Doy gas, Un ligero toque de freno, inclino el cuerpo y observo el mundo desde la posición horizontal. Lanzando gritos de alegría bajo el casco voy devorando curva tras curva. El ágil dos cilindros en línea de la Honda me fascina. Domina todos los registros: desde la conducción deportiva a altas velocidades hasta el relajado paso turístico. Los componentes de la suspensión Touratech incorporados demuestran ser auténticos chivatos, y transmiten una respuesta que suscita confianza.
Nuestra ruta motera por Cerdeña
Enfilamos la SS 125 huyendo del calor de mediodía y ascendemos las serpentinas del Supramonte buscando aire más fresco en las aturas. Reducimos la velocidad para admirar el pasaje. Una auténtica fiesta para los sentidos. La vista se desliza sobre mesetas sin nombre. Las rocas calizas de un blanco brillante contrastan con el azul impoluto del cielo y el aire desprende un aroma dulzón de resinas de pino. Algo en nuestro interior nos impulsa a desviarnos por un sendero de pastores. Ansiosas de tracción, las ruedas traseras levantan una intensa polvareda. Nos deleitamos avanzando por la pista de grava que atraviesa este paraje desierto. En nuestro recorrido nos cruzamos con jabalíes y a lo lejos el sondo de los cencerros delata la presencia de algún rebaño de ovejas. Nos abandonamos a la magia de algún momento y del lugar, y el sol ya desciende en el horizonte cuando llegamos a nuestro camping de Arbatax.
En Gairo Vecchio reina un ambiente menos romántico, incluso fantasmagórico. Tras unas devastadoras inundaciones y desprendimientos de tierras, esta idílica y apacible localidad se convirtió en un pueblo fantasma. A medida que nos acercamos al viajo núcleo urbano por la SS 1198 nos percatamos que esto es otro mundo Con una sensación rara en el estómago abandonamos la calle principal. De repente se hace un silencio absoluto. La calle de tierra está flanqueada por casas abandonadas. Aquí y allá se aprecian restos de una capa de asfalto. Apagamos los motores y agudizamos el oído. Silencio. El viento sopla a través de las puertas y ventanas abiertas, fundiéndose en un lamento con las paredes desconchadas. Los restos desafiantes de un tejado de chapa oxidado se balancean graznando una melodía estremecedora. Pensamos en qué habrá sido de quienes perdieron sus hogares aquí. Apabullados por nuestros oscuros pensamientos, nos damos media vuelta y proseguimos la marcha.
Al llegar a Bari Sardo, por le contrario, nos envuelve una atmósfera festiva y alegre. Cabalgamos a buen ritmo en paralelo a la costa este, enlazando curvas en una desenfada coreografía, para que a continuación pilotar nuestras enduro a través del bullicioso centro urbano en dirección a la costa. Con el magnífico telón de fondo del atardecer, la antigua torre de la fortaleza del siglo XIV ejerce de vigía de las pintorescas playas. De las cocinas de los numerosos restaurantes emanan aromas de hierbas aromáticas y ajo. No estamos solos durante mucho tiempo. La moto estacionada en pose relajada atrae como un imán a los bañistas aficionados a las motos. Ahora ya estoy mejor preparado para esta segunda y espontánea rueda de prensa «¿Cómo va la moto?». Lo que viene a continuación es una larga conversación salpicada de detalles técnicos en un clima de complicidad.